¿Quién no se ha
entretenido alguna vez, durante el desayuno, leyéndose de cabo a rabo todo lo
impreso en, verbigracia, la caja de los cereales? Imagine el lector cuál sería
el estupor de la que suscribe cuando, en similares circunstancias, lee en el
cartón de leche “paráyete stin Yermanía”.
¿Cómo? Un momento… A lo mejor paráyete no
significa lo que parece. Pero el diccionario lo confirma: sí, sí, la marca es
griega, pero la leche viene de Alemania.
Para más inri, se trata de la leche más
barata del supermercado más barato, la única que vale menos de un euro. Porque,
para quien no lo sepa, Grecia es el país con los productos lácteos más caros de
la UE. Paradójicamente, el feta y el yogur griego tienen un precio bastante más
elevado aquí que en España, y el precio medio del litro de leche se aproxima al
euro cincuenta. Resultado: la leche alemana se agota rápidamente en el
supermercado, mientras que la de producción griega se queda en las estanterías.
A la hora de explicar semejante sinsentido,
lo primero que en pensamos en en las cuotas europeas de producción láctea.
¿Será que no permiten que Grecia produzca suficiente leche como para
autoabastecerse?. Según el Reglamento de Ejecución (UE) nº 326/2012 de la
Comisión de 17 de Abril de 2012, donde se establece la producción que puede alcanzar
cada país, Alemania tiene la mayor cuota láctea: 30 millones de toneladas. Le
sigue Francia, con 25 y, ya a más distancia, Reino Unido, Países Bajos e Italia
(15, 11 y 10 respectivamente). Grecia pertenece al grupo con menos de un millón
de toneladas de cuota, junto con Estonia, Chipre, Letonia, Luxemburgo,
Eslovenia y Malta. Se supone que la cuota aproximada de cada país fue fijada en
el momento de entrar éste a formar parte de la UE, en base al volumen de su
producción. Sin embargo, la cuota griega choca de entrada por excesivamente
reducida si se tiene en cuenta que Letonia, el país más poblado después de
Grecia de los que están en el mismo grupo de menos de un millón de toneladas de
producción no tiene ni una cuarta parte
de habitantes.
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La leche germana. |
Con lo cuál imagínese si la cuota de Grecia (850.000
toneladas) será o no suficiente para cubrir la demanda, más cuando, según un
informe de 2007 de la FAO, la Hélade es el 5º país del mundo en consumo de
leche per cápita (314 kilos al año), muy por delante de Alemania, en el puesto
número 17.
Sin embargo, las cosas son más complejas aún:
en la actualidad Grecia, al igual que España, entre otros países, no alcanzan a
cubrir su cuota, que de hecho es incrementada por Bruselas en un 1% al año de
cara a la eliminación total de estas restricciones para 2015. La producción
griega se sitúa en la actualidad en las 650.000 toneladas anuales (200.000
toneladas menos de lo que les estaría permitido) y se va reduciendo año tras
año en un porcentaje del 3 al 5%. Análogamente, en los últimos 10 años el
número de productores ha menguado de 10.000 a 4.000, todo ello según datos del
diario Ta Nea, obtenidos del ente
estatal griego que se ocupa de la producción láctea.
Y lo que menos desean los productores es un
incremento de las cuotas. Consideran que éste, al modo de una liberalización,
traería aparejada una bajada de los precios, en detrimento de la viabilidad de
un negocio que ya se encuentra en un estado crítico.
¿Por qué la leche
griega es tan cara?
Mientras que en España los productores cobran
el litro a 30-33 céntimos, en Grecia lo cobran a 42, y aún así están en la
cuerda floja. ¿Cómo se explica esto? Según el Secretario de Estado para
Desarrollo, Athanasios Skordas, citado de nuevo por Ta Nea, se trata de la suma de varios factores. Por una parte, la
particular geografía griega y la consecuente falta de pastos obligan a que las
explotaciones de vacuno sean en su mayoría en estabulado, con una gran
dependencia de las importaciones de pienso. Además, se trata de explotaciones en
su mayoría pequeñas, de poco más de 40 cabezas de ganado, por lo que su
viabilidad económica es reducida.
Pero el motivo principal para Skordas es un
decreto presidencial de 1999, que establece que el proceso de pasteurización
que sufre la leche producida en Grecia la conservará únicamente durante 5 días,
frente a los 9 días que marca la ley en la mayoría del resto de países europeos.
La modificación de la ley, según el Secretario, redundaría en una bajada de
precios para el consumidor, siendo una de las razones la reducción de costes de
transporte. Los productores se oponen a esta medida, que según ellos abriría
aún más el mercado a las marcas extranjeras, incrementando una competencia que
no les permitiría sobrevivir.
Sin duda se trata de una situación compleja,
para la que a cada uno se le ocurrirán (o no) soluciones muy distintas, aunque
para la que suscribe ninguna de ellas pasa por importar leche alemana a precios
que pulverizan los del producto autóctono. Y las medidas que pretendan
incentivar la competitividad para reducir precios desde luego tampoco van a
beneficiar a los productores, y mucho menos van a animar a la tan necesaria
incorporación de nuevos ganaderos. Si no mediaran tantos intereses espurios,
sería posible pensar en formas alternativas de abaratar el producto, como la
eliminación de intermediarios o la venta del producto a granel... No obstante,
la soberanía nacional perdida constituiría un requisito indispensable para la
construcción de una economía productiva destinada efectivamente a cubrir las
necesidades de la población, tanto en materia de abastecimiento como de empleo.
Una función que lógicamente no se desarrollará mientras la política económica
de un país sea determinada por quien tiene interés en mantenerlo dependiente y
necesitado para venderle sus propios productos.