La huelga es sin duda
una de las formas de protesta laboral más comunes en Grecia. También
lo es la ocupación del espacio de trabajo. De lo que sin embargo no
hay precedentes es de que cientos de empleados que acaban de ser
despedidos se resistan contra viento y marea a interrumpir su labor,
pese a la orden tajante del Gobierno. Ni los antidisturbios, ni los
cortes de corriente o de la conexión a internet han conseguido
amilanar a los trabajadores de la radiotelevisión pública griega,
que de la noche a la mañana han transformado los denostados canales
oficiales en una emisora de resistencia semiclandestina.
El técnico de
transmisiones Giannis Daskalakis acudió a trabajar el martes 11 de
junio igual que otro día cualquiera. Al terminar su jornada se fue a
casa, y sólo entonces se enteró de que el portavoz del Gobierno,
Simos Kedikoglu, había anunciado esa tarde de improviso el cierre
provisional de ERT, la radiotelevisión pública griega. Ante el
estupor de los empleados, aproximadamente una media hora antes de la
medianoche la policía antidisturbios entró en la sede de la
corporación para interrumpir la señal. Al igual que sus compañeros,
Daskalakis todavía no se lo puede creer, aunque ello no le ha
impedido reaccionar. Han pasado los días y la sede de ERT es un
hormiguero de actividad frenética para mantener en pie la emisión y
evitar a cualquier precio la “pantalla negra”. Daskalakis
entiende que la corporación pueda necesitar una reestructuración,
como asegura el Gobierno, pero no admite el cómo. “Ésta no es una
manera democrática de hacer las cosas. Si los ciudadanos nos están
apoyando de esta forma es porque esto es un ataque a la democracia.
No es una simple protesta, es una guerra”.
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El edificio de ERT, visto desde fuera de las instalaciones. |
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Emotiva intervención de Dimitris Papajristos, quien retransmitió en directo en los 70 la entrada de los tanques en la Politécnica, en el curso de la revuelta estudiantil que marcaría el fin de la Dictadura de los Coroneles. |
En efecto, en cuanto se
difundió la noticia de que el Gobierno cerraba ERT por las bravas y
sin previo aviso, una multitud comenzó a concentrarse frente a las
puertas del inmenso edificio gris situado en la periferia de Atenas,
en el barrio de Ayía Paraskeví. Desde entonces, la improvisada
acampada no ha dejado de crecer, y ahora docenas de puestos de comida
y refrescos se alinean a lo largo de las verjas de las instalaciones,
completamente cubiertas de pancartas y proclamas. Ilías, que trabaja
en una cooperativa de comercio justo, no ve la televisión. Sin
embargo ha dormido en los jardines que hay frente a la sede de ERT
porque cree que lo que allí se desarrolle puede suponer un punto de
inflexión incluso para la subsistencia del actual gobierno de
coalición.“El cierre de ERT va a
traer mucha cola”, comenta, “y podría suponer incluso la ruptura
del tripartito y la convocatoria de elecciones anticipadas. Nueva
Democracia pensó que era un buen momento para hacerlo porque iban
relativamente bien en las encuestas, pero no se esperaban esta
respuesta por parte de la gente. Si estamos aquí los suficientes, la
policía no intentará entrar”.
Efectivamente,
la decisión de cerrar por completo ERT durante el proceso de
reestructuración, tomada en solitario por Nueva Democracia, el
principal socio de la coalición, difícilmente se puede atribuir a
algo que no sea un error de cálculo. Ciertamente las tres cadenas de
televisión gestionadas por el ente público, aparte de no gozar
precisamente de una reputación de independencia y objetividad, no
reunían últimamente más que un 13% de la audiencia total. Por otra
parte, según insinuaron fuentes del Ejecutivo, la Troika estaba
presionando para que se efectuaran de una vez los 2000 despidos de
empleados públicos acordados para junio. Sin embargo, la clausura
por decreto del “nido de despilfarro”, como fue definido por el
primer ministro Andonis Samarás, ha tocado una fibra con la que el
Nueva Democracia no contaba. “ERT no pertenece al Gobierno,
pertenece al pueblo griego” es la frase que se oye una y otra vez.


El
carácter autocrático del cierre, que no fue debatido siquiera por
el Parlamento, es lo que ha levantado más ampollas. Gianna lleva
más de 20 años tocando en la orquesta radiotelevisiva. No sabe
hacer otra cosa, cuenta, y está preocupada por el futuro de sus dos
hijos en paro, en caso de que finalmente ella pierda también su
trabajo. Sin embargo, entiende que “haya que cambiar algunas cosas”
para ahorrar. “Pero lo que más me fastidia”, afirma la mujer,
muy menuda y vivaz, “es la actitud chulesca del Gobierno. Se creen
que pueden hacer lo que quieren con nosotros sin rendir cuentas a
nadie”.
Además,
la “pantalla negra” evoca a muchos griegos reminiscencias de los
tiempos de la Junta de los Coroneles. No en vano la gente jalea a
Dimitris Papajristos cuando toma la palabra en el micrófono abierto
situado a la entrada del edificio. Este sexagenario fue quien
retransmitió en directo por la radio, desde el interior de la
Universidad Politécnica, la entrada de los tanques para aplastar la
revuelta estudiantil que marcaría el inicio del fin de la dictadura.
Entre canciones revolucionarias a todo volumen, también de aquella
época, emplaza a la audiencia a resistir contra la nueva tiranía
que sojuzga el país. También Alexis Tsipras, el líder de la
coalición de izquierdas Syriza, se mostró categórico con respecto
a las implicaciones del cierre. “Históricamente, en Europa la
televisión pública deja de emitir sólo en dos circunstancias:
ocupación extranjera o golpe de estado”, afirmó en el Parlamento.
Así,
de la noche a la mañana, los trabajadores han pasado de verse como
simples funcionarios a convertirse en la voz perseguida de la
resistencia. Pero no se trata únicamente del simbolismo y de la
función de los medios públicos. Estos días, Nueva Democracia se ha
quedado sola defendiendo la propia necesidad económica de la
reestructuración. En medio de una de las bulliciosas oficinas llenas
de gente hablando por teléfono en distintos idiomas y redactando
comunicados en grupo, Emanuela Aryiti, una conocida presentadora del
informativo de la primera cadena, concede entrevistas a la prensa
extranjera. Embarazada de unos cinco meses, refuta enérgica una y
otra vez los argumentos del Gobierno. “Cerrar la radiotelevisión
pública no da beneficios económicos, no somos una carga al
presupuesto estatal”, subraya. El ente se financia exclusivamente a
través de un cánon de 4'3 euros mensuales que va incluido en la
factura de la electricidad. “El Gobierno ha afirmado que mientras
ERT permanezca cerrada, el impuesto no se cobrará”, aclara,
señalando que por ello el cierre no repercutirá en un mayor ahorro,
salvo el que suponen los sueldos de los 2.650 empleados directos de
ERT desperdigados por el país, entre periodistas, técnicos,
administrativos y personal de apoyo.


“El
gobierno dice que hubo falta de transparencia y una mala gestión”,
continúa Aryiti, “pero la verdad es que no somos nosotros los que
gestionamos la corporación. Bueno, ahora sí, desde hace tres días.
Antes había un consejo de administración nombrado por el gobierno,
y es ahí donde hay que buscar las responsabilidades. Sin embargo,
ese consejo ha quedado disuelto desde el martes, de acuerdo
precisamente con la orden del gobierno, así que las
responsabilidades no se van a depurar” conluye.
En
cuanto a la organización de los (ex)empleados para mantener la
emisión, ha ido surgiendo progresivamente y de manera espontánea,
según cuenta Aryiti. “Nos hemos ido coordinando según las
necesidades que surgían. Algunos están en el plató, otros
recopilando información... nos repartimos el trabajo”. Lo confirma
la periodista Aliki Papanastasíu. “Sobre todo los técnicos están
haciendo un gran esfuerzo, ya que el Gobierno intentando detenernos
por todos los medios”, relata apresuradamente. Después de que la
policía cortara la señal, los empleados se las apañaron para
seguir realizando los informativos y emitirlos en directo por
internet. Al día siguiente, les cortaron la conexión y la corriente
eléctrica, pero los técnicos fueron solucionando todos los
problemas que surgían. Emisoras privadas de radio comenzaron también
a transmitir la señal, a pesar de las sanciones con que amenazó el
Gobierno. Después de sumó la EBU -Unión Europea de Radiodifusión-,
que además de enviar peticiones al Ejecutivo para que se retracte de
su conducta “tan poco democrática y profesional”, ha puesto sus
satélites al servicio de ls emisiones de la ERT.
“También
nos está ayudando mucho la solidaridad de la gente de fuera”,
recalca Papanastasíu. “Muchos sindicatos y partidos políticos nos
han ofrecido su ayuda. Sin embargo no son los partidos quienes nos
van a ayudar, somos nosotros mismos. Hemos tomado la situación en
nuestras manos y es nuestra lucha, y la de la gente que está fuera,
decidida a no abandonar las instalaciones hasta que el Gobierno
retire el decreto”, afirma antes de dejar una frase a la mitad y
salir corriendo, requerida en otro lugar.
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Mercado de comida imrpovisado a la entrada de las instalaciones de ERT. |
En
efecto, las muestras de solidaridad con el ente, ahora gestionado por
los propios trabajadores, no han escaseado. Dos días después
del cierre, miles de personas marcharon el jueves 13 hasta las sedes
de Atenas y Tesalónica, en una jornada de huelga general convocada
por los dos principales sindicatos del país ADEDY y GSEE y secundada
por la unión comunista PAME. Protestas similares tuvieron lugar en
muchas otras ciudades, con la participación principalmente de
sectores como la enseñanza, el transporte, la sanidad y la
administración. Asociaciones, colectivos y particulares han
respondido también a la convocatoria, a la que acudieron
representantes de un vasto espectro político, desde Syriza a la
agrupación anti-euro EPAM, pasando por comunistas y anarquistas.
Por su parte, el sindicato de periodistas ESIEA convocó a varios
días de huelga a los trabajadores de radio, TV, prensa y medios
online de todo el país -con la excepción de aquellos que transmiten
la información difundida por ERT-.
La rápida respuesta
ciudadana, tan inesperada como el propio cierre de la corporación,
ha llevado al ya precario equilibrio del Gobierno de coalición a
sufrir una nueva sacudida. Samarás, que ha afirmado estar dispuesto
a negociar, pero no a retractarse totalmente de la decisión, se
reunirá el lunes 17 con los líderes de PASOK y DIMAR, sus socios en
el tripartito, que aprueban la reestructuración pero no el cierre.
Tres mociones contrarias al decreto del Gobierno fueron presentadas
además el día 13 en el Parlamento, por parte de PASOK y DIMAR,
Griegos Independientes y Syriza, en base al hecho de que una decisión
semejante debería haber pasado por el hemiciclo.
Con respecto a su futuro
laboral, la mayoría de los trabajadores de ERT no se muestran
optimista en exceso. “Van a pasar muchas cosas en los próximos
días, ya veremos” deja en el aire Aryiti, quien espera que la
presión social y política tenga algún efecto, aunque no confía en
que el Gobierno vaya a retirar el decreto.
“Que no haya ni sonido ni imagen [públicos] es un trauma, una
herida para la democracia”, concluye.
Mientras, desde la UE se
afirma que en ningún caso presionaron para el cierre de ERT, como
insinuaron algunas voces de Nueva Democracia, antes al contrario.
Rebecca Harms, una europarlamentaria alemana de Los Verdes que visitó
el día 13 las instalaciones de ERT, afirmó estar “conmocionada
por el hecho de que en un estado europeo el gobierno envíe a la
policía a la radiotelevisión para interrumpir la señal.” “La
existencia de medios independientes es fundamental para la
democracia. En un caso así es preciso un debate en el que participe
toda la sociedad”, afirmó, antes de instar enérgicamente a
Samarás a conceder el permiso para reiniciar las emisiones.
___________Publicado en Mediterráneo Sur_________________________________-