lunes, 17 de junio de 2013

“ERT no pertenece al estado griego, pertenece al pueblo”

La huelga es sin duda una de las formas de protesta laboral más comunes en Grecia. También lo es la ocupación del espacio de trabajo. De lo que sin embargo no hay precedentes es de que cientos de empleados que acaban de ser despedidos se resistan contra viento y marea a interrumpir su labor, pese a la orden tajante del Gobierno. Ni los antidisturbios, ni los cortes de corriente o de la conexión a internet han conseguido amilanar a los trabajadores de la radiotelevisión pública griega, que de la noche a la mañana han transformado los denostados canales oficiales en una emisora de resistencia semiclandestina.

El técnico de transmisiones Giannis Daskalakis acudió a trabajar el martes 11 de junio igual que otro día cualquiera. Al terminar su jornada se fue a casa, y sólo entonces se enteró de que el portavoz del Gobierno, Simos Kedikoglu, había anunciado esa tarde de improviso el cierre provisional de ERT, la radiotelevisión pública griega. Ante el estupor de los empleados, aproximadamente una media hora antes de la medianoche la policía antidisturbios entró en la sede de la corporación para interrumpir la señal. Al igual que sus compañeros, Daskalakis todavía no se lo puede creer, aunque ello no le ha impedido reaccionar. Han pasado los días y la sede de ERT es un hormiguero de actividad frenética para mantener en pie la emisión y evitar a cualquier precio la “pantalla negra”. Daskalakis entiende que la corporación pueda necesitar una reestructuración, como asegura el Gobierno, pero no admite el cómo. “Ésta no es una manera democrática de hacer las cosas. Si los ciudadanos nos están apoyando de esta forma es porque esto es un ataque a la democracia. No es una simple protesta, es una guerra”.


El edificio de ERT, visto desde fuera de las instalaciones.


Emotiva intervención de Dimitris Papajristos, quien retransmitió en directo en los 70 la entrada de los tanques en la Politécnica, en el curso de la revuelta estudiantil que marcaría el fin de la Dictadura de los Coroneles.

En efecto, en cuanto se difundió la noticia de que el Gobierno cerraba ERT por las bravas y sin previo aviso, una multitud comenzó a concentrarse frente a las puertas del inmenso edificio gris situado en la periferia de Atenas, en el barrio de Ayía Paraskeví. Desde entonces, la improvisada acampada no ha dejado de crecer, y ahora docenas de puestos de comida y refrescos se alinean a lo largo de las verjas de las instalaciones, completamente cubiertas de pancartas y proclamas. Ilías, que trabaja en una cooperativa de comercio justo, no ve la televisión. Sin embargo ha dormido en los jardines que hay frente a la sede de ERT porque cree que lo que allí se desarrolle puede suponer un punto de inflexión incluso para la subsistencia del actual gobierno de coalición.“El cierre de ERT va a traer mucha cola”, comenta, “y podría suponer incluso la ruptura del tripartito y la convocatoria de elecciones anticipadas. Nueva Democracia pensó que era un buen momento para hacerlo porque iban relativamente bien en las encuestas, pero no se esperaban esta respuesta por parte de la gente. Si estamos aquí los suficientes, la policía no intentará entrar”.

Efectivamente, la decisión de cerrar por completo ERT durante el proceso de reestructuración, tomada en solitario por Nueva Democracia, el principal socio de la coalición, difícilmente se puede atribuir a algo que no sea un error de cálculo. Ciertamente las tres cadenas de televisión gestionadas por el ente público, aparte de no gozar precisamente de una reputación de independencia y objetividad, no reunían últimamente más que un 13% de la audiencia total. Por otra parte, según insinuaron fuentes del Ejecutivo, la Troika estaba presionando para que se efectuaran de una vez los 2000 despidos de empleados públicos acordados para junio. Sin embargo, la clausura por decreto del “nido de despilfarro”, como fue definido por el primer ministro Andonis Samarás, ha tocado una fibra con la que el Nueva Democracia no contaba. “ERT no pertenece al Gobierno, pertenece al pueblo griego” es la frase que se oye una y otra vez.






El carácter autocrático del cierre, que no fue debatido siquiera por el Parlamento, es lo que ha levantado más ampollas. Gianna lleva más de 20 años tocando en la orquesta radiotelevisiva. No sabe hacer otra cosa, cuenta, y está preocupada por el futuro de sus dos hijos en paro, en caso de que finalmente ella pierda también su trabajo. Sin embargo, entiende que “haya que cambiar algunas cosas” para ahorrar. “Pero lo que más me fastidia”, afirma la mujer, muy menuda y vivaz, “es la actitud chulesca del Gobierno. Se creen que pueden hacer lo que quieren con nosotros sin rendir cuentas a nadie”.

Además, la “pantalla negra” evoca a muchos griegos reminiscencias de los tiempos de la Junta de los Coroneles. No en vano la gente jalea a Dimitris Papajristos cuando toma la palabra en el micrófono abierto situado a la entrada del edificio. Este sexagenario fue quien retransmitió en directo por la radio, desde el interior de la Universidad Politécnica, la entrada de los tanques para aplastar la revuelta estudiantil que marcaría el inicio del fin de la dictadura. Entre canciones revolucionarias a todo volumen, también de aquella época, emplaza a la audiencia a resistir contra la nueva tiranía que sojuzga el país. También Alexis Tsipras, el líder de la coalición de izquierdas Syriza, se mostró categórico con respecto a las implicaciones del cierre. “Históricamente, en Europa la televisión pública deja de emitir sólo en dos circunstancias: ocupación extranjera o golpe de estado”, afirmó en el Parlamento.

Así, de la noche a la mañana, los trabajadores han pasado de verse como simples funcionarios a convertirse en la voz perseguida de la resistencia. Pero no se trata únicamente del simbolismo y de la función de los medios públicos. Estos días, Nueva Democracia se ha quedado sola defendiendo la propia necesidad económica de la reestructuración. En medio de una de las bulliciosas oficinas llenas de gente hablando por teléfono en distintos idiomas y redactando comunicados en grupo, Emanuela Aryiti, una conocida presentadora del informativo de la primera cadena, concede entrevistas a la prensa extranjera. Embarazada de unos cinco meses, refuta enérgica una y otra vez los argumentos del Gobierno. “Cerrar la radiotelevisión pública no da beneficios económicos, no somos una carga al presupuesto estatal”, subraya. El ente se financia exclusivamente a través de un cánon de 4'3 euros mensuales que va incluido en la factura de la electricidad. “El Gobierno ha afirmado que mientras ERT permanezca cerrada, el impuesto no se cobrará”, aclara, señalando que por ello el cierre no repercutirá en un mayor ahorro, salvo el que suponen los sueldos de los 2.650 empleados directos de ERT desperdigados por el país, entre periodistas, técnicos, administrativos y personal de apoyo.




El gobierno dice que hubo falta de transparencia y una mala gestión”, continúa Aryiti, “pero la verdad es que no somos nosotros los que gestionamos la corporación. Bueno, ahora sí, desde hace tres días. Antes había un consejo de administración nombrado por el gobierno, y es ahí donde hay que buscar las responsabilidades. Sin embargo, ese consejo ha quedado disuelto desde el martes, de acuerdo precisamente con la orden del gobierno, así que las responsabilidades no se van a depurar” conluye.

En cuanto a la organización de los (ex)empleados para mantener la emisión, ha ido surgiendo progresivamente y de manera espontánea, según cuenta Aryiti. “Nos hemos ido coordinando según las necesidades que surgían. Algunos están en el plató, otros recopilando información... nos repartimos el trabajo”. Lo confirma la periodista Aliki Papanastasíu. “Sobre todo los técnicos están haciendo un gran esfuerzo, ya que el Gobierno intentando detenernos por todos los medios”, relata apresuradamente. Después de que la policía cortara la señal, los empleados se las apañaron para seguir realizando los informativos y emitirlos en directo por internet. Al día siguiente, les cortaron la conexión y la corriente eléctrica, pero los técnicos fueron solucionando todos los problemas que surgían. Emisoras privadas de radio comenzaron también a transmitir la señal, a pesar de las sanciones con que amenazó el Gobierno. Después de sumó la EBU -Unión Europea de Radiodifusión-, que además de enviar peticiones al Ejecutivo para que se retracte de su conducta “tan poco democrática y profesional”, ha puesto sus satélites al servicio de ls emisiones de la ERT.

También nos está ayudando mucho la solidaridad de la gente de fuera”, recalca Papanastasíu. “Muchos sindicatos y partidos políticos nos han ofrecido su ayuda. Sin embargo no son los partidos quienes nos van a ayudar, somos nosotros mismos. Hemos tomado la situación en nuestras manos y es nuestra lucha, y la de la gente que está fuera, decidida a no abandonar las instalaciones hasta que el Gobierno retire el decreto”, afirma antes de dejar una frase a la mitad y salir corriendo, requerida en otro lugar.



Mercado de comida imrpovisado a la entrada de las instalaciones de ERT.


En efecto, las muestras de solidaridad con el ente, ahora gestionado por los propios trabajadores, no han escaseado. Dos días después del cierre, miles de personas marcharon el jueves 13 hasta las sedes de Atenas y Tesalónica, en una jornada de huelga general convocada por los dos principales sindicatos del país ADEDY y GSEE y secundada por la unión comunista PAME. Protestas similares tuvieron lugar en muchas otras ciudades, con la participación principalmente de sectores como la enseñanza, el transporte, la sanidad y la administración. Asociaciones, colectivos y particulares han respondido también a la convocatoria, a la que acudieron representantes de un vasto espectro político, desde Syriza a la agrupación anti-euro EPAM, pasando por comunistas y anarquistas. Por su parte, el sindicato de periodistas ESIEA convocó a varios días de huelga a los trabajadores de radio, TV, prensa y medios online de todo el país -con la excepción de aquellos que transmiten la información difundida por ERT-.


La rápida respuesta ciudadana, tan inesperada como el propio cierre de la corporación, ha llevado al ya precario equilibrio del Gobierno de coalición a sufrir una nueva sacudida. Samarás, que ha afirmado estar dispuesto a negociar, pero no a retractarse totalmente de la decisión, se reunirá el lunes 17 con los líderes de PASOK y DIMAR, sus socios en el tripartito, que aprueban la reestructuración pero no el cierre. Tres mociones contrarias al decreto del Gobierno fueron presentadas además el día 13 en el Parlamento, por parte de PASOK y DIMAR, Griegos Independientes y Syriza, en base al hecho de que una decisión semejante debería haber pasado por el hemiciclo.

Con respecto a su futuro laboral, la mayoría de los trabajadores de ERT no se muestran optimista en exceso. “Van a pasar muchas cosas en los próximos días, ya veremos” deja en el aire Aryiti, quien espera que la presión social y política tenga algún efecto, aunque no confía en que el Gobierno vaya a retirar el decreto. “Que no haya ni sonido ni imagen [públicos] es un trauma, una herida para la democracia”, concluye.

Mientras, desde la UE se afirma que en ningún caso presionaron para el cierre de ERT, como insinuaron algunas voces de Nueva Democracia, antes al contrario. Rebecca Harms, una europarlamentaria alemana de Los Verdes que visitó el día 13 las instalaciones de ERT, afirmó estar “conmocionada por el hecho de que en un estado europeo el gobierno envíe a la policía a la radiotelevisión para interrumpir la señal.” “La existencia de medios independientes es fundamental para la democracia. En un caso así es preciso un debate en el que participe toda la sociedad”, afirmó, antes de instar enérgicamente a Samarás a conceder el permiso para reiniciar las emisiones.

___________Publicado en Mediterráneo Sur_________________________________-


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