martes, 11 de junio de 2013

Los “çapulcu” se organizan, el Gobierno turco contraataca.

Tras más de 10 días de protestas se mantiene el pulso entre los manifestantes y el primer ministro Erdogan.


En Estambul continúa creciendo el número de tiendas de campaña que cubren el Parque Gezi y parte de la adyacente Plaza Taksim, protegidas por barricadas que cortan las calles de acceso. La acampada comienza a organizarse lentamente y de manera espontánea, sin la celebración de asambleas y en un ambiente festivo. “También en Esmirna y en Ankara está ocurriendo lo mismo”, cuenta la activista Elif. “La gente trae comida, y todo es gratis. Casi no usamos el dinero. Hay bibliotecas, talleres, y estudiantes preparándose para los exámenes”. A pesar de que los más veteranos empiezan a acusar el cansancio de más de una semana de movilización continua, la afluencia de “çapulcu”, término despectivo con el que Erdogan bautizó a los manifestantes, no ha disminuido.
Al contrario, el sábado 8 fue según la prensa internacional la jornada de protestas más concurrida en todo el país. Por la tarde volvió a recrudecerse la violencia en la capital, Ankara, donde la policía trató de dispersar a los manifestantes con gases lacrimógenos y cañones de agua. El 11 de junio las fuerzas de seguridad volvieron a entrar en la Plaza Taksim para expulsar a los acampados hacia el parque, produciéndose enfrentamientos.
Entretanto, por el lado del Ejecutivo continuaban alternándose los mensajes apaciguadores y de desafío. Mientras que el portavoz del gobierno turco compareció el domingo 9 para desmentir el rumor de elecciones anticipadas y reiterar la disposición del ejecutivo a “escuchar demandas razonables”, el Primer Ministro se mantenía inflexible. Tras descalificar a los manifestantes y relacionarlos incluso con el grupo terrorista que atentó recientemente contra la embajada de EEUU, Erdogan ha optó por movilizar a la amplia base electoral del Partido de la Justicia y el Progeso (AKP), que ha respondido arropándole en masa en los primeros de los mítines programados. Sin embargo, unos días más tarde, el vicepresidente del partido señalaba que el Primer Ministro estaría dispuesto a reunirse con una comisión de los detractores de la transformación del parque.



Una treintena de personas se concentraron ante la Embajada de Turquía en Atenas al día siguiente de comenzar la represión policial contra la acampada de Gezi.



Tayyip dimisión.
Es el rechazo a la figura de Erdogan, sin embargo, es precisamente el denominador común que hecho posible el gran impacto de las protestas, aglutinando a un amplio abanico ideológico. Aunque el 70% de los manifestantes, según una encuesta de una universidad, no se consideran vinculados a ningún partido, y el estereotipo de “çapulcu” es el de un joven urbano, laico y de clase media, un vasto espectro político encuentra representación en las protestas. Desde progresistas socialdemócratas o kemalistas (seguidores de la idea nacional de Atatürk) o militantes del Partido Republicano, la principal oposición parlamentaria, hasta agrupaciones comunistas, antiautoritarias, LGTB o de musulmanes anticapitalistas. También los grupos étnicos (kurdos) o religiosos (alevíes) aprovecharon para expresar su rechazo a las políticas gobierno. Por otro lado, no sólo el rechazo al autoritarismo y las políticas conservadoras en lo social y neoliberales en lo económico amenazan con resquebrajar la hegemonía de Erdogan; también lo hacen el rechazo a la intervención en la guerra de Siria, y las consecuencias derivadas, sobre todo entre la población fronteriza.
El Primer Ministro, no obstante, opta por confiar en el gran apoyo con que cuenta entre la población de más edad y rural, ante la necesidad de mostrar un perfil fuerte de cara a las próximas elecciones de 2014, en las que aspira a la presidencia del país. Sin embargo, a pesar del amplio 50% de votos con que cuenta el AKP, el viceprimer ministro Bulent Arinç y el presidente Abdulah Gül han preferido mostrarse conciliadores, reuniéndose con una comisión de manifestantes y disculpándose por la violencia policial. También la presión internacional está afectando a Turquía en este sentido, incluso de manera indirecta. EEUU y Reino Unido desaconsejan a sus ciudadanos viajar a las principales ciudades turcas, en las que empiezan a repercutir ya las cancelaciones hoteleras.


La gota que colmó el vaso
El 30 de Mayo, la violencia con que la policía desalojó una acampada contra la construcción de un centro comercial en el icónico Parque Gezi sacó inesperadamente a la calle a miles de personas en Estambul. Las protestas fueron extendiéndose hasta a una cincuentena de ciudades, mientras los manifestantes y ONGs como Amnistía Internacional denunciaban una escalada represiva: detenciones ilegales, uso desproporcionado de fuerza, e incluso tortura. En los enfrentamientos 4 personas han perdido la vida hasta hora en diferentes ciudades, una de ellas a causa del uso de fuego real en circunstancias aún por aclarar. El número de heridos se sitúa entre los 4000 y los 5000.
A las protestas de los primeros días se sumaron sindicatos como el KESK (la confederación del sector público), o colegios profesionales como el de médicos o el de abogados, que convocaron huelga. Plantearon como exigencias mínimas el fin de la violencia policial y el castigo a sus responsables, así como la liberación de los detenidos y la preservación del Parque Gezi.
Por otro lado los manifestantes denunciaron también la acción de censura, en el país que más periodistas tiene encarcelados a nivel mundial. Una treintena de jóvenes fueron detenidos en Esmirna por incitar a la revuelta por las redes sociales. Se reportó el uso de inhibidores de ondas para restringir el acceso a internet en los epicentros de las protestas, y las principales cadenas del país apenas si están cubriendo las manifestaciones, obligando a la gente a seguirlas por la televisión extranjera. Ello ha llevado al boicot contra empresas pertenecientes a conglomerados mediático. En protesta por la cobertura de la cadena NTV, a modo de ejemplo, la gente comenzó a retirar sus ahorros del Banco Garanti, ambos pertenecientes a Dogus Holding. Según el director ejecutivo del banco, en un par de días fueron retirados el equivalente a entre 18 y 20 millones de dólares.
A nivel internacional, las manifestaciones de apoyo han recorrido numerosas capitales europeas. En Atenas, el lunes 3 varios miles de personas marcharon hasta la embajada de Turquía, participando de forma conjunta grupos de turcos y de kurdos que se vieron obligados a abandonar el país por razones políticas. De hecho, la comunidad kurda de Turquía ha acogido favorablemente las protestas. El 7 de junio, el líder encarcelado del PKK declaró que la conducta del Ejecutivo ante los manifestantes estaba poniendo en peligro el proceso de paz, y saludó “a esta resistencia capaz de crear una ruptura en el orden político”.


Días después se produjo en Atenas una manifestación mucho más concurrida y multinacional, en el curso de la que miles de personas marcharon hasta la embajada.




En la protesta no faltaron organizaciones kurdas, que marcharon hombro con hombro con el gran número de ciudadanos turcos presentes.









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